Todos los viernes comparto relatos sobre experiencias del mas alla...
«Mi experiencia tuvo lugar en la tarde del 29 de noviembre de 2010 en la UCI de un hospital de Sevilla. Tenía en ese momento 52 años. Una caída bajando un monte me provocó una fractura de peroné; esta, a su vez, una trombosis, y ésta, por fin, un infarto pulmonar. Y a ello se sumó un erróneo diagnóstico inicial del infarto como simple neumonía.
A las 24 horas ingresé en la UCI en situación límite. Lo que sentí de manera clara y diáfana duró casi dos horas de nuestro tiempo. Sería muy extenso compartir en palabras la vivencia, pero puede sintetizarse así: Para empezar me vi fuera de mi cuerpo, tendido en la cama boca arriba, mientras que yo “flotaba” sobre él y observaba todo lo que ocurría a mí alrededor. De inmediato, vi con todo lujo de detalles la vida entera que dejaba atrás. Todos y cada uno de los hechos y circunstancias vividos durante mis 52 años, sin excepción y no de manera parcial o resumida, sino ordenada y pormenorizada.
No como una película o sucesión de fotogramas que se proyectaran ante mí, sino íntegramente y de forma simultánea. Esta visión instantánea de la vida que ha terminado, para mí, proporciona la constatación de que todo tuvo su porqué y todo encaja de manera armónica. No hay ninguna pieza suelta o fuera de lugar en el puzle de la vida. Seguidamente, pude ver y sentir que estaba acompañado de seres de luz.
Pronto tomaron un aspecto reconocible como mi padre, mi madre y varios hermanos de ésta, todos fallecido años atrás. Fue mi madre la que tomó la iniciativa de comunicarse conmigo, preguntándome si me encontraba tranquilo y en paz. No fue una comunicación verbal, pero si percibí su mensaje y también yo pude comunicarme con ellos. Como cosa curiosa, entre los seres de luz estaba una hermana de mi madre que no había fallecido, o al menos eso creí en ese momento. Posteriormente me informaron de que esa persona había muerto estando yo ingresado en la UCI.
Por fin, tras verme tan bien acompañado, advertí a escasos metros un soberbio túnel de luz resplandeciente en posición horizontal, sin pendiente alguna. Era refulgente y casi deslumbrante. Supe que era la entrada hacia el “más allá”. Casi al final del túnel tuve un contacto con una forma energética que sólo desprendía armonía y un amor inmenso. Y esa forma tomo el cuerpo de Jesucristo. Me tendió sus manos de luz y las entrelazó con las mías, generando en mi ser una experiencia de gozo inenarrable.
¿Por qué volví yo a mi cuerpo físico?. Fue consecuencia de este encuentro con Cristo y de la comunicación que ahí se estableció. Me confirmó que volvería a la vida física recién dejada, para hacer “algo” que sólo sabría una vez trascurrido cierto tiempo tras retornar a ella».
Fuente y Crédito a www.elespanol.com
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