En abril de 1935, pocos meses antes de que Benito Mussolini ejecutara la invasión italiana de Etiopía, un equipo de etnólogos alemanes llevó a cabo un sensacional hallazgo arqueológico en el centro casi exacto del país. El descubrimiento, que pasó desapercibido en mitad de un clima de tensión prebélica, se materializó mientras los científicos recorrían Gurage, distrito de la región de Soddo ubicado unos 90 kilómetros al sur de Addis Abeba, la capital etíope.
Cuando los investigadores visitaban la pequeña población de Tiya, varios vecinos les condujeron a las afueras de la misma, donde, según ellos, sus antepasados habían librado una terrible batalla. Al llegar a lo que suponían era un vulgar cementerio, los etnólogos se toparon con un nutrido grupo de megalitos –aproximadamente 46, la mayoría de los cuales presentaban símbolos grabados. Acababan de descubrir las «Piedras de Tiya», un yacimiento protohistórico que cinco décadas después sería declarado Patrimonio de la Humanidad.
ESPADAS Y ESTRELLAS
A pesar de dicha distinción, el sitio arqueológico de Tiya es uno de los menos conocidos e investigados del mundo, de ahí que apenas conozcamos unos pocos datos acerca del mismo. Para empezar, el calificativo «protohistórico» es más formal que otra cosa, porque la datación oficial del yacimiento sitúa a sus constructores en algún momento entre los siglos XII y XV de nuestra era, o ese fue el rango temporal resultante de datar varios enterramientos adyacentes a los megalitos, tumbas y menhires que los habitantes de Tiya identificaban con el misterioso nombre de «Piedras de Gragn».
Pero, ¿son realmente coetáneos unos y otros? ¿Y qué o quién era ese «Gragn»? En cuanto a la primera cuestión, es sabido que el megalitismo es un fenómeno cultural muy antiguo, generalmente asociado al periodo Neolítico aunque se extendiera hasta la Edad del Cobre, de manera que no parece probable que alguien erigiera megalitos tan tarde como sugiere la datación de las «Piedras de Tiya».
En el mismo sentido, los símbolos tallados en las piedras no pueden relacionarse ni con el cristianismo ni con el islam, religiones que influyeron en los usos culturales etíopes en los primeros siglos de nuestra era, sino con cultos paganos forzosamente anteriores, o eso se deduce de la profusión de signos de posible carácter astronómico y otros que los especialistas son incapaces de interpretar.
La única excepción la constituye la abundancia de espadas o puntas de lanza, cuya apariencia sugiere cierta modernidad. Y todo ello sin que podamos descartar que los símbolos fueran grabados después de erigidas las piedras, del mismo modo que, por ejemplo, se cristianizaron muchos megalitos europeos al tallar cruces sobre los mismos.
CAUDILLO MUSULMÁN
En cuanto al término «Gragn», parece claro que los habitantes de Tiya se referían al apodo por el que era conocido Ahmad ibn Ibrahim al-Ghazi (c. 1506-1543, caudillo musulmán cuyas incursiones en Abisinia –antiguo nombre de Etiopía– obligaron a fortificar las principales ciudades del país. No obstante, Ahmad Gragn (Ahmad el Zurdo) nació y murió mucho después de que se construyeran «oficialmente» los megalitos de Tiya, lo que tampoco ayuda a esclarecer ni el origen del yacimiento ni la identidad de los hombres que fueron enterrados cerca del complejo, probablemente soldados a juzgar por las heridas que presentaban los cadáveres.
LA CAMELOT DE ÁFRICA
Entre las singularidades de Etiopía está el castillo de Gondar, una fortaleza con apariencia medieval aunque erigida en el siglo XVII. La conocida como «Camelot de África» no fue un capricho de quien ordenó construirla, el emperador etíope Fasilides, sino que respondió a la necesidad de fortificar las principales ciudades del país ante los frecuentes ataques de los musulmanes, uno de cuyos mayores exponentes fue Ahmad el Zurdo, caudillo e imán del sultanato de Adel, un estado islámico ubicado al suroeste del golfo de Adén que venía hostigando a la vecina y cristiana Etiopía desde el siglo XIV.
Aunque las «Piedras de Tiya» sean «protohistóricas», es probable que los cadáveres hallados junto a ellas fuesen de víctimas de alguna batalla entre etíopes y musulmanes.
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