Permítanme comenzar diciendo que esta es una historia real de mi infancia, y si visitan la gran biblioteca en el centro de la ciudad de Nottingham y echan un vistazo a los registros de periódicos, encontrarán información acerca de los eventos que aquí se detallan.
Esta historia ocurrió hace unos quince o dieciséis años. Yo solo tenía siete años de edad en ese entonces, y mi primo David nueve. Él se había quedado conmigo mientras su madre estaba de viaje asistiendo a un familiar enfermo. Como era hijo único, no tenía muchos juguetes y mi Sega Genesis estaba averiado, así que no teníamos mucho que hacer que fuera entretenido.
Nuestra rutina consistía en ver dibujos animados en nuestra televisión por cable, seguido de David contándome historias de terror cuando se hacía de noche. Mi madre, queriendo que hiciéramos algo más activo, decidió comprar un par de walkie-talkies para que jugáramos con ellos. Nos lo pasamos muy bien jugando a ocultarnos en el bosque mientras que uno trataba de encontrar al otro mediante el walkie-talkie. Sin embargo, como éramos niños, no nos daban permiso de estar afuera hasta muy tarde, así que teníamos que regresar a las seis. Al llegar, cenábamos y guardábamos los juguetes, con la excepción de los walkie-talkies.
David dormía en la habitación para huéspedes y yo tenía mi propia habitación: la idea era hablar por los walkie-talkies hasta quedarnos dormidos. Fue entonces cuando lo escuchamos, alrededor de las once de la noche. Nos habíamos estado contando historias de terror por horas. De repente, mientras David me contaba la historia de un monstruo que supuestamente rondaba el mismo bosque en el que habíamos estado jugando, su voz se cortó y fue sustituida por el sonido de estática que los walkie-talkies usualmente producen cuando la persona que está transmitiendo suelta el botón que se utiliza para hablar. Esperé unos segundos a que David reanudara su historia, cuando oí un débil murmullo procedente del pequeño altavoz. «Qué raro», pensé. El altavoz seguía emitiendo estática, pero definitivamente podía escuchar algún tipo de movimiento y una voz.
Luego se pudo oír un llanto entre la estática. Esto era muy escalofriante para mí, así que me bajé de la cama y corrí al cuarto de David. Él estaba sentado en la cama también escuchando a su walkie-talkie. El llanto se hizo más fuerte. «¿Qué es eso? —me preguntó David—. Pensé que me estabas jugando una broma». Cuando le dije que no era así, su rostro se puso pálido. Apagó el suyo. El sonido aún era emitido por el walkie-talkie que sostenía en mi mano, por lo que era imposible que mi walkie-talkie estuviera recibiendo el sonido del suyo. «Esto da miedo», dijo David. El llanto y los murmullos entre la estática parecieron escucharse más claramente. Apagué el mío también y regresé a mi habitación.
Ideas de todo tipo se me cruzaron por la cabeza. ¿Tal vez estábamos recibiendo sonidos del más allá? ¿Tal vez mi walkie-talkie simplemente se había averiado y produjo sonidos extraños que parecían llantos y murmullos? Traté de no pensar en ello y me fui a dormir. Pero al día siguiente fui despertado por un estallido que parecía provenir de la planta baja. Bajé rápido por las escaleras, encontrándome con mi madre y David mirando por la ventana de la sala hacia la casa de la vecina. Una gran camioneta de policía estaba estacionada afuera y nuestra vecina, Jessie, era escoltada por varios oficiales. Iba gritando insultos e incluso trató de escapar en un momento, antes de ser esposada e introducida en la parte trasera de la camioneta. Estábamos impactados por lo que habíamos visto, y en general confundidos. Jessie era nuestra vecina nueva, quien recientemente se había mudado a la casa de a la par con su bebé luego de que nuestro antiguo vecino muriera por la edad. Había sido muy reservada y, hasta donde sabíamos, era muy tranquila; no parecía ser el tipo de persona que sería arrestada por algún motivo.
No fue hasta el día siguiente, cuando leímos el periódico, que nos enteramos de lo que había pasado. Jessie asesinó a su bebé luego de que supuestamente fue víctima de las horribles apariciones de un anciano que la había estado atormentado por semanas, y finalmente había perdido la razón. Sin embargo, esta no fue la parte inquietante. La parte inquietante fue el hecho de que el monitor de bebés, ubicado en la sala donde ocurrió el asesinato, estuvo encendido.
Mi primo y yo lo escuchamos todo.
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